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CAPÍTULOS 14-17.


CAPÍTULO 14.


Cuando desperté, una tenue luz, entraba por la ventana entreabierta de mi cuarto, dejando pasar el brillo de la luna de una noche despejada.  No sabía que era lo que acababa de pasar, tuve un sueño de lo más extraño. Sabía que en él, yo estaba herida, pero a la vez estaba a gusto y segura en los brazos de mi acompañante, aunque no sabía quién era él, pero sí que se trataba de un chico, aún recuerdo el sonido de su voz, me era tan familiar…
-Un momento, aquí hay algo que no va bien.
No estaba en el apartamento de mi padre, donde recordaba estar por última vez, en el sofá, con mi libro y arropada con la manta. Estaba en mi habitación, tumbada en la cama y con el pijama puesto. ¿Qué hacía en mi habitación?
Encendí la luz, aquí había algo que no estaba bien y no sabía el por qué, pero no me gustaba nada. Encontré una nota encima de mi mesita de noche, junto a una taza de té, con dos tabletas pequeñas de chocolate y pan. En la nota ponía:

Cielo, tus amigas me dijeron lo que te pasa, estoy seguro de que es por el cambio de lugar y que aún debes acostumbrarte. Te encontré dormida cuando llegué y ya era tarde, por lo que te traje a tu cuarto. Te he dejado un té caliente y un poco de comida. Te quiere, papá

-Qué raro es todo esto, seguro que aún sigo dormida. Ni siquiera me he enterado de que mi padre me traía a mi habitación…
Deseché todas las ideas que cruzaban por mi mente y pensé que lo mejor que podía hacer era o seguir durmiendo o ducharme y despejarme un poco. Al comprobar que eran las cinco y media de la mañana, sabía que ya no me merecía la pena dormir, en unas horas tenía que levantarme para ir a clase a si es que puesto que ya había dormido suficiente, cogí ropa de cambio y me metí bajo el chorro de agua caliente de la ducha.

-¿Dónde te metiste ayer, rubia?
-Fui al apartamento de mi padre a hablar con él y contarle lo que me está pasando, pero me quedé dormida y no pudimos hablar.
La clase de lengua inglesa estaba a punto de comenzar y Lorens y yo aún íbamos de camino al pasillo de las aulas. En mi mente estaba rezando por no llegar tarde de nuevo a ninguna clase más.
-Ayer, fue un día muy extraño.
-¿Por qué lo dices?
-No lo sé –aún seguía dándole vueltas a lo que pasó el día anterior, no podía sacarme ese pensamiento de la cabeza- llegué al apartamento de mi padre y no había nadie.
-Uy, eso sí que es extraño ¿verdad?
-Calla. Me quedé dormida en el sofá, esperándole, y cuando desperté estaba en mi habitación
Por suerte mis suplicas habían sido escuchadas por quien fuera y la directora no había llegado todavía al aula.
-Bueno, seguro que llegaría tarde y ya sabes que por mucho que seas su hija no está permitido dormir allí. A Olga tampoco la dejan.
-Ya lo sé –me coloqué en mi asiento y saqué los libros junto con el estuche- pero es que no recuerdo el llegar allí.
-Normal. Tienes que estar cansada, a penas debes de tener defensas y nutrientes o lo que sea que te mantengan espabilada. No comes.
-¡Ah cierto!
Acababa de recordar  la nota, lo de que ellas le habían dicho el tema de las comidas a mi padre y debía preguntárselo. No es que no me fiase de mi padre, pero quería asegurarme.
-Cuando desperté, mi padre me había dejado una nota, donde ponía que vosotras habíais hablado con él.
-Sí, bueno, nosotras, lo que se dice nosotras… en realidad fui yo.
-No tenías por qué hacerlo.
-Sí que tenía –se giró para poder mirarme a los ojos- eres mi amiga y me preocupo por ti.
Automáticamente cuando oí aquello un impulso me llevó lanzarme sobre ella y darle un fuerte abrazo. No recordaba la última vez que alguien se había preocupado así por mí, sin contar a Max, claro.
-Gracias, Lorens.
-No seas tonta- dijo separándose de mí y pegándome un leve puñetazo en el brazo- para eso estamos las amigas, sé que tú harías lo mismo por mí.
-Buenos días alumnos.
La directora estaba entrando por la puerta cuando me di cuenta de que Pierre, desde la otra punta del aula, me dirigía una fugaz mirada y al instante una chica, sentada delante de Lorens y de mí, me pasó una nota en un papel.
-¿Qué es eso? –susurró Lorens
-No lo sé –abrí la nota y vi que era de Pierre- Es de Pierre.
-¿Qué te dice?
-Que quiere verme esta noche, antes del toque de queda, en el cenador.
-Daniel, ese chico no es fiable. –Su cara pasó de una impecable sonrisa a un inquietante rostro siniestro
-¿Cómo que no es fiable? –Pero si es encantador- Parece un buen tipo.
-Hazme caso, le conozco perfectamente y tú no.
-Sí me permiten, señoritas, me gustaría seguir con la clase.
Todos nuestros compañeros nos estaban mirando, al principio no supe por qué, pero luego me di cuenta de que  a quienes estaba mandando callar, la directora, se trataba de a Lorens y a mí.
-Disculpe –dijimos las dos a la vez.
-Bien. Como os iba diciendo, antes de que vuestras compañeras Lorens y Daniela me interrumpiese,  hoy comenzaremos con el primer temario del libro.
-Vieja bruja.
-¿Cómo ha dicho señorita Holmson?
¿Qué? ¿Cómo es posible que pudiera haberme escuchado? Si ni siquiera pude oírme a mí misma.
-¿Yo?- Mi voz sonó temblorosa- No dije nada.
-De acuerdo.

-¿Cómo ha podido oírme?
Por suerte la clase había finalizado y el profesor de la hora siguiente se encontraba indispuesto, por lo que nos fuimos a la habitación de Lorens. Su habitación era muy similar a la mía, pero estaba más personalizada con posters y fotos de distintos países como Japón, Londres, Bruselas… Me había explicado en alguna ocasión que le gustaba mucho viajar, ella no era una chica de quedarse quieta en un solo sitio, pero nunca pensé que fuera cierto que hubiese ido a tantos lugares en tan pocos años.
-La directora tiene un oído muy fino – Lorens trataba de colgar una foto, tamaño gigante, del techo, pero no llegaba por mucho que saltaba- ¡Arg, joder! No llego.
-¿Qué estás intentando hacer?
-Quiero poner esta foto aquí, arriba de mi cama, pero no llego.
-Puedes ponerla en otro sitio.
-No, tiene que ser aquí –me sonrió- soy un poco maniática.
-Ya veo.
-Bueno, sobre lo de Pierre, ¿qué vas a hacer? –Al final termino por desechar su intento de poner la foto y la tiró sobre  sobre su escritorio donde se apoyó con cuidado.
-No lo sé, me da un poco de vergüenza.
-Mi consejo es que no vayas, ese chico no me gusta Daniel, lo conozco mejor que tú. Sé que te gusta pero no vaya por favor.
-Él no me gus…
-Ya, que no te gusta –hizo un gesto con la mano de indiferencia, sin dejarme acabar la frase- y ese tipo de cosas que soléis decir.
-¿Solemos?
-Esto… las chicas como tú.
-¿Las chicas como yo? –Ese comentario no me había gustado, ¿a qué se refería?- ¿Cómo son las chicas como yo?
-Tímidas, que no queréis que nadie se entere de que os gusta algún chico.
-Es que no me gusta Pierre.
-¿A no? Entonces, ¿qué es esa sonrisilla que te sale cada vez que hablas de él eh?
-Nada. –No pude evitar sonreír- ¿No puedo reír?
-Sí, sí –levantó las manos con las palmas de las manos abiertas- yo no digo nada.
-Será mejor que me vaya ya –me levanté de la cama de Lorens para coger mi bolso- mi padre no va a faltar a clase.
-Nos vemos luego entonces -se agachó para coger la foto gigante y se subió a la cama- yo voy a seguir intentando colgar esto.
-Suerte.


Afuera en el pasillo no había ni un alma, todas las chicas estaban en las aulas y las que no tenían clase como Lorens y yo, estarían en la biblioteca estudiando, aquí la gente era muy estudiosa, en eso me había fijado. Solo estábamos a inicio de curso y me hacían sentir mal.
Al abrir la puerta para salir a las escaleras a quien me encontré fue a Alex Welst, apoyado en la puerta de los dormitorios de los chicos. Al verle, automáticamente vino a mi cabeza su beso de ayer y me sonrojé, por lo que agaché la cabeza, para evitar que se diera cuenta.
-Eh, Holmson.
-Welst.
No me apetecía hablar con él y menos después de lo ocurrido el día anterior, a si es que seguí mi camino escaleras abajo, pero al parecer él si quería hablar conmigo.
-Con que con el francesito ¿no?
-¿Qué?- pegué un salto en el último escalón y casi me caí al escuchar lo que dijo ¿cómo sabía lo de Pierre?- ¿Qué francesito?
-Saber perfectamente de lo que te hablo.
-No, no lo sé.
Ya estaba cansada de este chico, no hacía más que meterse en mi vida.
-Ese chico no te conviene Daniel.
-¿Ahora tú sabes lo que me conviene y lo que no? –mi voz sonó tensa y fría, justo como quería que sonase.
-Solo sé que él no te conviene.
No podía cree lo que estaba escuchando ¿quién era él para decirme eso? Me paré de golpe y me di la vuelta para enfrentarme a él. Estaba cansada de sus cambios de humor con respecto a mí, apenas le conocía de nada y ya habíamos discutido tres veces.
-Mira, si tu vida es aburrida, cómprate una nueva, no tienes por qué meterte en la mía, ¿de acuerdo?
-Como quieras. –Alex pasó por mi lado, rozándome el brazo- Luego no digas que no te advertimos Lorens y yo.
¿Lorens y él? ¿Cómo sabía él que Lorens me había dicho lo mismo que él?
-¿¡Nos estabas espiando!? –Tuve que correr un poco para alcanzarle- ¡¿Cómo sabes que Lorens…
Como yo iba detrás de él, cuando se paró de golpe no lo advertí y choqué con su espalda. Todos mis libros se cayeron al piso.
-¿Cómo puedes pensar que os estaba espiando? No me interesa para nada tu vida.
Sentí  un profundo  golpe de dolor  en el pecho, acababa de quedar como una estúpida.
-Pero, pero…
-¡Bah! –Volvió a darse la vuelta- No lo entiendes todavía.
Me quedé sola en medio del pasillo, inmóvil, pensando en si echar a correr detrás de él y disculparme por acusarle de algo tan fuerte o dejar correr el tema y olvidar lo sucedido. Recogí los libros cuando fui consciente de algo; esa voz, su voz, me era tan familiar…
-¡Mi sueño!


-Olga, te digo que este instituto me está volviendo loca, de verdad .
Una vez acabadas las clases y después de haber comido, bueno, en realidad yo no probé bocado, pero Olga sí, nos fuimos a su habitación para poder hablar con tranquilidad sin que nadie nos molestase. Necesitaba contarle todo lo que me estaba sucediendo a alguien y ella era la más indicada.
-No me entero. –Su cara era una mezcla entre confusión y risa, estaba segura que no sabía si echarse a reír o mandarme a paseo- Dices ¿qué no paras de tener sueños donde aparece un lobo o yo, ensangrentada o la voz de Alex?
-Sí, ya sé que es todo muy raro, pero de verdad, creo que me estoy volviendo loca. Ya antes de venir aquí tenía ese sueño que te he contado, en el que un lobo me perseguía y yo acababa en mi casa con mi familia y había un vaso de sangre en mi sitio; pero cuando vine, los sueños cambiaron, pero siempre aparece un lobo, excepto en el tuyo y en el de Alex, o el de su voz o quien quiera que sea.
-Creo que el cambio de continente te ha afectado un poco.
-Va enserio, Olga.
-Ya, y lo mío también. – Introdujo sus dedos se introdujeron en mi cabello suelto y empezó a revolvérmelos con fuerza- ¡Estás loca!
-¡Ah  para!–le pegué un fuerte empujón, derribándola de la silla -¡Olga! ¿Estás bien?
-¡Ay! –se sentó en el suelo, apoyada en la cama mientras se frotaba en la parte de la cabeza donde había recibido el mayor golpe- ¿Desde cuando tienes tanta fuerza?
-No… -miré mis manos, aturdida, sin comprender cómo podía haber hecho eso- no lo sé.
-¡Caray!
-Lo siento, de verdad, que fue sin querer yo…
-Tranquila, moja de la caridad, todo bien –Su sonrisa me tranquilizó un poco más, haciéndome sentir menos culpable- Casi se me olvida, Lorens me dijo lo del francesito, ¿qué vas a hacer?
-No, tú también no.
Ya había hablado lo suficiente de ese tema, no quería seguir hablando de Pierre, me mareaba todo aquello. Primero Lorens, luego Alex y ahora seguro que también Olga.
-¿Qué pasa? –Volvió a sentarse en la silla, con una mueca de dolor, todavía frotándose la cabeza- ¿Por qué dices eso?
-Es que hoy está todo el mundo igual. Primero Lorens que dice que no vaya, que ese chico no es de fiar, luego Alex con lo mismo, que no sé cómo se ha enterado él y además se ha enfadado conmigo porque le he acusado de espiarnos a Lorens y a mí –en el fondo, me molestaba que Alex estuviera enfadado conmigo y el problema es que no sabía por qué- y ahora seguro que tú me dices lo mismo.
-En realidad no te iba a decir nada –aquello me sorprendió, y mucho- bueno sí, que fueras y te pusieras una bonita ropa interior.
-¡Olga! –Las dos nos echamos a reír con grandes carcajadas- No sé qué hacer, él me cae bien y además, somos amigos.
-Sí, ya amigos. Él no te quiere como amiga y tú a él tampoco.
-¿Otra igual? –esto me estaba cansando- Solo es mi amigo.
-Vale, lo que tú digas. ¿Qué harás entonces?
-Ir, supongo. –me encogí de hombros.

A la hora de la cena estaba un poco nerviosa por mi “cita” con Pierre y tenía el estómago completamente cerrado, más de lo habitual, pero aún así, hice un esfuerzo y  probé un poco de ensalada, un poco sosa para mi gusto.
-¡No me lo puedo creer! –Peter me miraba con los ojos desorbitados- ¡Daniel está comiendo!
Todos nos echamos a reír, incluida yo, no pude evitarlo.
-Sigo diciendo que está sosa y un poco amarga.
-Come y calla anda –Bianca me tiró un trozo de pan al pelo- lo que te quejas.
-Os traigo noticias. –Lorens se sentó con ímpetu en su silla apartando su plato para poner un papel, en su lugar- Mirad.
-¿Qué es eso? –le preguntó Peter por encima de su hombro.
-Acercaros y lo veréis.
Todos nos levantamos de nuestros asientos para ver qué era eso que con tanta prisa y emoción quería enseñarnos.
-¿Dónde lo has conseguido? –La miré asustada, si la pillaban con eso podría caerle un marrón.
-Se lo quité hace mucho a la directora.
-¿A la directora? –Bianca parecía igual de sorprendida que yo.
-Sí, una noche me colé en su despacho y vi este plano del instituto, pensé que me sería útil en algún momento y mirad por donde, lo vamos a usar.
-¿Para qué queremos un plano del instituto? –le preguntó Peter.
-Para encontrar el oro escondido de los leprechaun –Lorens le miró con una fingida mirada de desdén y una amplia sonrisa- ¿para qué va a ser idiota? Pues para el sábado, tendremos que salir por algún sitio, digo yo ¿no?
-¡Ah! –todos asentimos a la vez.
-Os explico –señaló con su dedo índice una de las habitaciones dibujadas en el plano- los profesores tienen una cena el sábado, la de inicio de curso y será aquí, por lo que nosotros tenemos vía libre por aquí –recorrió con el dedo un camino hacia una de las puertas traseras- por donde podremos escapar sin que nadie se dé cuenta.
-Lorens, esa puerta tiene alarma. –Advirtió Olga- No podemos salir por ahí.
-¿Alarma? –Rió con una sonora carcajada- Aquí no hay alarmas, todas están apagadas incluso creo que ni siquiera conectadas, probablemente no tengan ni cables. Son falsas.
-Pero ¿y si ocurre algo? –aquello me pareció extraño, un lugar donde vivían cientos de personas y donde podía ocurrir algún incendio u otro tipo de catástrofe y ¿sin alarmas? –¿Cómo no va a haber alarmas?
-Piensa rubia –me empujó la cabeza, con dos dedos, hacia atrás- ¿de qué sirven las alarmas en un colegio que está a kilómetros de la civilización?
-Bueno… si lo miras así –tenía sentido.
-Bueno, pues todo listo –Lorens volvió a enrollar el plano del instituto, introduciéndolo en una goma del pelo, para que se mantuviera enrollado- ahora si me disculpan, tengo cosas que hacer.
-¿No comes? – este Peter siempre preocupándose por los demás- Si no te lo vas a comer…
-¡Peter! –Recibió un codazo en las costillas por parte de Bianca- ¿Cómo puedes ser así?
-Tranquila, está bien Bianca. Peter, te cedo mi plato, es todo tuyo. Adiós chicos.
-¿Soy yo la única que piensa que esto es mala idea?
-Sí, Daniel, eres la única – Olga me sonrió- ¿Tú no tienes una cita?
-¿Una cita? –Peter y Bianca me miraron interrogantes.
-No es una cita y bueno, Peter quiere quedar conmigo esta noche, antes del toque de queda, en el cenador, por cierto –se me había pasado ese detalle- ¿dónde está el cenador?
-A unos pasos del lago, en el ala oeste del edificio –Peter me lo indicó como si yo me conociera todo esto, cosa que no era así.
-¿Ya has decidido si vas o no? -me preguntó Olga.
-Sinceramente –respondí encogiéndome de hombros- aún no sé qué hacer.





CAPÍTULO 15.

-Vale, elige está o este.
Mi habitación estaba echa un desastre, toda la ropa estaba tirada por el suelo, encima del tocador, sobre la cama… Al final había decidido ir a esa especie de cita con Pierre y no sabía que ponerme, ya sé que solo estaríamos una hora juntos, pero Olga se había empeñado en que sería mejor que no fuera con el uniforme, por lo que estaba conmigo ayudándome a decidir entre su ponerme una camisa de tirantes con mi chupa de cuero o ponerme el jersey gris.
-La camisa es muy sexi –miró con cara pensativa las dos prendas que yo sostenía en las manos- pero atrevida y descarada, sin duda el jersey gris.
-Está bien, ahora tengo que recoger todo esto.
-¿Recoger? Esto se hace así.
Mi amiga se levantó del sillón y cogió un montón de ropa que había sobre la cama, introduciéndolo en el armario, hecho un ovillo.
-Pero Olga, esta todo arrugado.
-Ahora vete a duchar –dijo, indicándome el cuarto de baño con un dedo- y ya te encargarás de esto.
-Está bien. ¿Esperas aquí?
-No, yo tengo cosas que hacer. Cuando llegues vas a mi habitación. Quiero detalles.
-Vale- sonreí.
Una vez que se marchó, cogí los jeans y el jersey, con la ropa interior y me metí en el cuarto de baño para zambullirme, por segunda vez, bajo la ducha.
En estos momentos, en los que podía pasar unos minutos a solas conmigo misma, eran mis favoritos. Me encantaba poder escuchar mi música, concentrarme en mis pensamientos y dejarme llevar por mi imaginación inventándome hechos que jamás ocurrirían. Me relajaba.


Estaba un poco nerviosa, seguía teniendo mis dudas sobre si ir o no. No paraba de mirarme en el espejo, comprobando que todo estaba bien, mirando una y otra vez los cordones de las botas, asegurándome de que estaban bien agarrados para impedir que se aflojaran y los pisase y caerme al suelo; tiraba de las mangas del jersey constantemente, cubriendo mis manos con ellas y repasé mi maquillaje unas dos o tres veces.
Miré el reloj para comprobar la hora, algo que no debería haber hecho, porque solo quedaba un minuto para las diez y eso aumentó los nervios. Cogí mi chaqueta, respiré hondo y salí de mi habitación.


Nunca había estado en el cenador, por lo que me costó encontrarlo y además, estaba oscuro, un factor que se sumaba a mi desorientación. Por suerte, recordé las indicaciones de  Peter, que aunque un poco escasas, me valieron para algo.
Estaba llegando cuando le vi, apoyado en la esquina de un pasillo formado por ramas gruesas de árboles con pequeñas florecillas y hojas, que a pesar de la poca luz, se distinguían de un color dorado rojizo, que avecinaban la entrada del otoño.
-Mi bella –dijo Pierre separándose de la rama en la que estaba apoyado, con una sonrisa, y dirigiéndose a mi encuentro –pensé que ya no vendrías.
-Lo siento es que…
Se agachó para darme dos besos en ambas mejillas mientras que agarró mis manos escondidas bajo las mangas del jersey, dejándome sin palabras.
-Lo bueno siempre se hace esperar.
Cuando escuchaba su melodiosa voz y sentía su aliento cálido, el mundo se paralizaba y me olvidaba de respirar, justo como me acababa de pasar en ese momento.
-Te preguntarás por qué te he citado aquí. –Dijo, con sus manos aún sobre las mías- Bien, pues es muy sencillo, solo quería pasar un tiempo contigo a solas.
-Oh esto, yo… yo también quería, bueno ya sabes…
Genial, estaba quedando como una completa idiota delante de aquél chico –genial Daniel, sigue así y lo echarás todo a perder –pensé.
-Llevo tiempo queriéndote decir algo –se acercó más a mí- y es que desde el día en el que te vi, perdida por aquí… sentí que debía conocerte mejor y bueno, me gustaría hacerle caso a mis pensamientos. Si tú me dejas.
¿Se me estaba declarando o algo por el estilo? Solo le conocía desde hace unos días y ya sentía como si fuera el chico de mi vida, el principie azul que toda chica espera que venga montado en su elegante caballo blanco. Miré sus ojos y descubrí un brillo intenso en ellos, un brillo que antes jamás le había visto, un brillo de deseo.
Ni si quiera me dio tiempo a contestar cuando me agarró por la cintura, con ambas manos puestas en mi espalda y me atrajo hacia sí, volviendo a cortarme la respiración por la sorpresa.
-¿Qué me dices? Daniel.
Nuestras caras estaban tan cercas la una de la otra que podía sentir su aliento sobre mis labios, aumentando mi deseo por besarlos. Pero no tuve que responder a su pregunta, él había interpretado mi silencio y seguidamente apoyó sus labios sobre los míos. Al principio fue un beso suave, como el roce una pluma, pero después ese beso se convirtió en uno más apasionado y ardiente.
Deslicé mis manos por sus marcados brazos hasta llegar al pelo, donde enredé los dedos entre los mechones despeinados. Podía sentir el subir y bajar de su pecho contra el mío, cómo su respiración, al igual que la mía era entrecortada y jadeante. Aún no podía creerme que esto estuviese pasando.
Me separé de él para poder llenar mis pulmones de aire, todo el que tenía lo había expulsado de golpe.
-Lo siento pero la incertidumbre me estaba matando –se disculpó.
-No tienes que disculparte –contesté sonriente.
-Eso es un: ¿sí, te dejo conocerme mejor?
Me alcé de puntillas para poder susurrarle al oído.
-Sí, es un sí.
Volvió a besarme, pero esta vez no empezó lento y suave como el beso anterior, este fue directamente brusco y apasionado. Descendió sus labios por mi cuello, haciéndome cosquillas con su aliento, mientras que bajaba las manos por mi espalda, tasmitiendo un fuerte calor a su paso. Estaba concentrada en sus labios y disfrutando el momento, cuando escuché un ruido, como el crujir de una rama y automáticamente me separé del él.
-¿Qué pasa? –Sus ojos se posaron sobre los míos, llenos de incertidumbre -¿He hecho algo mal?
-¿No has oído eso?
-¿El qué?
-He escuchado un ruido.
-Será alguna ardilla, por aquí hay muchas. -Cogió mi mano y tiró fuertemente de mi, para volver a abrazarme.- No te preocupes.
-Llámame aguafiestas, pero será mejor que nos vayamos. Dentro de poco serán las once.
-Tienes razón –dijo besándome- pronto será el toque de queda. Vayámonos.
Caminamos con los dedos entrelazados, por el camino por donde yo había venido antes, pero esta vez no me costó tanto reconocerlo, me dejé guiar por Pierre, él sabía lo que hacía.
Estaba disfrutando del momento, no podía creer que a Pierre, de verdad, yo le gustase, en realidad nunca me había parado a pensar en esa posibilidad, Olga y  Bianca me lo decían a menudo, pero las ignoraba, no me gusta hacerme falsas esperanzas.
Miré hacia atrás, hacia el cenador y descubrí algo que antes no estaba o al menos no me había parecido ver. Entre las ramas que formaban el pasillo, había una alta sombra negra –debe de ser alguna rama siulta- pensé, pero no, no era una rama, de eso estaba segura, porque se movió tan velozmente que desapareció del golpe. Me sobresalté y solté la mano de Pierre, asustada.
-¿Qué pasa? –sus ojos se posaron en mi con preocupación.
-Allí –señalé el lugar donde había visto aquella cosa- había… hay… he visto algo.
Hace un momento me encontraba flotando en las nubes, entre los besos de mi acompañante y ahora estaba hecha un manojo de nervios, con voz asustada, mi cuerpo parecía una gelatina bamboleante. No paraba de temblar.
-Daniel, no hay nada allí.
-No, pero yo lo he visto –le miré con desesperación- de verdad, créeme, he visto algo entre las ramas del cenador.
-Ven aquí –me arropó suavemente con sus brazos- está todo bien ¿sí? Vayámonos, se nos hace tarde.
Terminé por resignarme y hacerle caso a Pierre, estaba claro que el no me creía, pero yo, estaba segura de que había visto algo.


-¡Aaaaah!
-Calla, vas a despertar a todo el mundo.
-Yo lo sabía, sabía que le gustabas.
Como Olga me pidió, una vez que Pierre me acompañase hasta la entrada de los dormitorios y se despidió de mí, fui a su cuarto a contarle todo lo sucedido, con pelos y señales como ella me había dicho, pero me ahorre lo de la sombra, seguro que pensaría que estaba loca y ya había hecho suficiente ridículo con Pierre.
-Vale, tenías razón –admití.
-Y a ti también te gusta él –me pegó un codazo bajo las costillas- y tú que decías que no, pillina.
-No me gusta hacerme falsas esperanzas, siempre he dicho que es mejor pensar en negativo y que después todo salga bien.
-Que pesimista, chica.
-Ya. Bueno, yo me voy a ir a dormir, estoy muerta de sueño.
Últimamente pasaba más tiempo dormida que un coala, estaba constantemente cansada.
-¿Hace falta que te acompañe o sabes dónde está la puerta?
-No tranquila –dije abriendo la puerta- lo sé perfectamente. Hasta mañana.


Eran las cuatro y media de la mañana cuando me desvelé y vi el despertador. Una sed abrasadora me quemaba la garganta pidiéndome agua, a gritos. No aguanté el dolor provocado por   la sequedad por lo que me levanté de la cama y fui al servicio. El suelo estaba helado y a mí se me había olvidado ponerme unos calcetines, a si es que corrí de puntillas para tardar lo menos posible.
Abrí el grifo del agua y la dejé correr un poco para que el agua marrón dejara paso a la limpia y pura, no tenía por costumbre beber agua sucia. Me incliné sobre el lavabo para poder beber mejor y fue en ese momento en el que lo oí,  arriba en el tejado. Unos pasos que caminaban por las tejas sobre mi habitación.
Un espasmo inmovilizó mi cuerpo, que se quedó quieto con una mano en el grifo para poder cerrarlo y así no hacer ruido. Me asomé por la puerta entreabierta del cuarto de baño, a mi habitación, pero allí no había nada, aunque la ventana estaba abierta y dejaba entrar un frío aire que me erizó los pelos de la nuca. Corrí hacia la ventana para poder asomarme y ver quién o qué, a estas horas, estaba haciendo en el tejado, pero no vi nada, solo una inmensa luna llena y las estrellas que la rodeaban como un marco de lunares. Cerré con fuerza la ventana y eché el pestillo para que el aire no pudiera abrirla de nuevo, aunque el miedo aún no se había ido de mi cuerpo.



CAPÍULO 16.


Un dolor punzante, interrumpió mi sueño, taladrándome la cabeza, parecía como su mi cerebro se estuviera derritiendo, pero por desgracia aún era viernes y tenía que ir a clase, por lo que me levanté de la cama y me metí en la ducha, dejando que el agua caliente recorriera mi cuerpo, relajándolo y alejando, un poco, ese insoportable dolor.
El lado bueno de tener que llevar uniforme era que no tenías que pensar que ponerte, siempre era lo mismo, y la verdad, te daba tiempo para seguir, un rato más, en la cama.
Como de costumbre, en los últimos días, solo desayuné una chocolatina y una taza de té, por lo que no bajé al comedor, no me apetecía ver la cara de toda esa gente desconocida. De pronto me vino a la cabeza la carta de Max. Se la había escrito hacía unos días y no había comprobado si me había contestado o no, pero no tenía tiempo para comprobarlo en ese momento, en cinco minutos comenzaban las clases, a si es que le resté importancia al tema, recogí mis cosas y salí de mu cuarto.
Cuando salí, le di una patada a algo, miré hacia abajo y lo que vi fue una caja rosa, con un lazo negro, atado muy pulcramente y en una de las esquinas había una nota, donde ponía: Para Daniela Holmson.
-¿Para mí?
Mi cumpleaños no era hasta mañana, ¿qué pintaba eso ahí? Me agaché a recogerlo y lo puse sobre el escritorio. La curiosidad me picaba, pero llegaba tarde, mejor sería abrirlo más tarde y más tranquila a si es que  volví a salir de mi habitación.
De caminó, no paraba de pensar una y otra vez en la noche anterior, con Pierre en el cenador, abrazados y dándonos el lote, fue magnífico. Aún no me lo podía creer, le gustaba a un chico. Nunca antes había salido con nadie, bueno, excepto una temporada en la que estuve saliendo con un chico que Max me presentó, pero se marchó a vivir a otra ciudad y no nos volvimos a ver, pero eso solo fueron un par de semanas, no contaba.
-¡Eh, rubia!
Giré en redondo y vi a Lorens, que venía corriendo hacia mí, un poco sofocada, pero  ni un solo pelo suelto de su impoluta coleta, ni tan si quiera sudaba y su maquillaje, perfecto.
-Buenos días. –sonreí.
-Deja los buenos días, -de sus ojos emanaba una fuerte rabia- Olga nos ha contado lo de Pierre. Te dije que no fueras Daniel, y sé que Alex también te lo dijo. Vino preocupado para decirme que te entrase en razón.
-¿Qué Alex qué? –Mi voz se elevó unas décimas por encima de lo normal, pero no podía creer lo que estaba oyendo- Mira Lorens, no me apetece hablar sobre el tema ¿sí?
-Puede que a ti no, pero a mí sí.
-Vale, pero es de mí de quien se trata.
-Está bien, pero no digas que no te lo advertimos.
No sé por qué todo el mundo estaba en contra de Pierre, fue a la primera persona que conocí aquí, a excepción de Olga, claro, y por el momento no me había sucedido nada malo con él. No entendía todo este revuelo.
Justo cuando entramos por la puerta del aula, Bianca, que no la había visto venir, se abalanzó sobre mi espalda, haciendo que casi callásemos de bruces al suelo.
-¡Un día! ¡Un día para tú cumpleaños!
-¡Ay!
-Perdón –dijo sacudiéndose la falda- parece que estoy yo más emocionada que tú.
-Déjala, tiene la cabeza en otras cosas –Lorens me miró con una sonrisa pícara- ¿Verdad?
-¡Lorens! – miré a todos lados, rezando porque nadie nos hubiese visto y oído - ¡Cállate, pueden oírte!
-Sé a lo que se refiere –dijo Bianca- y para tu información, todo el mundo lo sabe.
-¿A qué se refiere quién? ¿Bianca?
-Lorens- la señaló mientras se sentaba en su asiento- es de Pierre. Y sí, todo el mundo lo sabe. Bueno, nosotras nos hemos enterado por Olga, de que al final fuiste al encuentro, pero para tú información, hay un cartel en la puerta del comedor que lo corrobora.
Una fuerte sensación de dolor invadió mi estómago, como cuchillas afiladas que lo cortasen en mil y un pedazos. No era posible, pero si no había nadie, solos él y yo y… la sombra. La imagen de esa sombra entre los matorrales vino a mi cabeza. Era real, no me lo había imaginado.
-¿Daniel? – La cara de Lorens estaba blanca, como una hoja de papel- ¿Qué pasa?
-Fue real, no me lo imaginé. Todo el mundo lo sabe.
-¿El qué no te imaginaste? Daniel, no es tan malo que la gente sepa lo tuyo con Pierre.
-Ayer, cuando estábamos los dos solos, vi una sombra oscura escondida. Pierre me dijo que no había nada, pero yo sí lo vi, a si es que pensé que era fruto de mi imaginación, por los nervios.
-Daniel, cariño –Bianca me acarició el pelo- no pasa nada ¿sí? A demás, ahora mismo tienes a Sharon muerta de envidia, por lo que he oído por ahí, lleva colada por Pierre desde hace mucho tiempo.
-Eso es cierto –corroboró Lorens.
-Vaya, genial. Por si no le caía mal a esa arpía, ahora le caeré peor.
-No te preocupes.
-¿Qué no me preocupe? Solo llevamos cuatro o cinco  días de clase y ya tengo más enemigos que en toda mi vida.
-Exagerada –Lorens se echó a reír- Sharon es una puta, pero solo es una.
-Y su séquito –apunté con mi dedo índice.
-Cierto. Ella tendrá un séquito, pero tú tienes amigos.
-Gracias chicas.
Me incorporé, justo cuando entró el profesor de biología, y las abracé con fuerza entre mis brazos. Las conocía desde hace poco, pero ya sentía que las quería.


-Tu chico a las 10 –dijo Lorens señalando delante de nosotras.
-No es mi chico.
La clase de biología había acabado y ambas nos dirigíamos a nuestras respectivas clases, yo a historia y ella a tecnología moderna, aún no había tenido esa clase, pero digo la verdad  cuando digo  que no sé de qué iba.
-Ya lo veremos –susurró- te dejo. Nos vemos.
-Adiós.
-¿Acabo de llegar y ya me estás despidiendo? –Pierre pasó su brazo por mi cintura, como hacía cada vez que me veía, y me acercó a él.
-No era a ti.
Posó sus labios, delicadamente, sobre los míos, cortándome la respiración. Si cada vez que me daba un beso iba a dejar de respirar, creo que lo mejor sería  hacerme un seguro de vida.
-Ya imaginé. ¿Qué clase tienes ahora?
-Historia, ¿tú?
-Igual.
-Bien.
Volvió a besarme, pero esta vez con menos suavidad. Más intenso. Justo al separarme de él, vi, por detrás de su hombro, a Alex, mirándonos apoyado en la pared, a unos metros de nosotros. Su rostro era siniestro, como si estuviera enojado por algo, y me estaba mirando, no a los dos, no, sino a mí.
Mi estómago fue invadido por un revoloteo de mariposas, su mirada me ponía nerviosa, no lo podía evitar, y en ese momento me sentí avergonzada por estar besándome con Pierre delante de él, y lo peor de todo, es que no sabía el motivo.
-¿Vamos, mi bella?
Asentí sin mediar palabra, y agarrados de la mano ambos fuimos juntos a la clase de mi padre.
No pensaba saludar cuando pasase delante de Alex, a pesar de que la culpable de la discusión del día anterior fuese yo, pero no pensamos igual.
-Vaya, al final lo que dicen es cierto.
Pierre se paró de golpe, frente a él, y yo que iba detrás, me choqué con su hombro, un poco molesta y avergonzada, no quería pararme en ese momento.
-¿Qué dices, Welst?
-Vosotros –señaló nuestras manos agarradas, con un gesto de la cabeza- he oído que estáis saliendo.
-No es de tú incumbencia.
Nunca había tenido tantas ganas de entrar en una clase como en aquel momento, la cosa estaba un poco tensa y yo me encontraba bastante incómoda.
-Hola Daniel, ¿estás bien?
-S… Sí –mi voz sonó algo temblorosa, quería irme de allí.
-Bien.
Por suerte, mi padre, que llegaba por el pasillo, nos mandó dentro de clase, no sin antes mirar las manos de Pierre y la mía agarradas y mirarme con un gesto interrogante. Separé mi mano de la suya a la velocidad de la luz.
-Chicos, deberíais estar ya en vuestros asientos.
-Sí, señor. –dijo Pierre con un asentimiento.
Los tres nos dirigíamos hacia la puerta cuando mi padre me puso la mano en el hombro, para hacerme parar.
-Espera un momento, Daniel. Chicos, vosotros entrar, decir que tardaré cinco minutos e ir sacando las cosas.
Ambos asintieron y entraron en el aula, dejándonos a mi padre y a mí fuera, en el pasillo. No sabía que querría decirme, pero no me gustó el tono de su voz.
-¿Qué me he perdido? –preguntó mi padre, con una sonrisa.
-¿Qué?
-Ese chico y tú, vuestras manos… ¿Daniel?
Espera, o sea, yo pensando que me iba a echar la bronca y resulta que se estaba riendo de mí. Lo que faltaba.
-Ah –mis cejas se enarcaron, formando dos puentes sobre mis ojos- es un amigo.
-Ya… -no se lo había creído, de eso estaba segura- no era eso lo que tenía que hablar contigo.
-¿Qué tienes que hablar conmigo?
-Esta tarde, cuando acabes de hacer tus tareas, pásate por el apartamento, tenemos que hablar ¿sí?
-¿Me he metido en algún lio?
Mi padre se echó a reír, con una risa fuerte. No sabía qué estaba pasando aquí, yo no había hecho nada.
-No, no te has metido en ningún lío –dijo, aun riéndose- y ahora, entremos en clase.


Toda la gente iba por los pasillos como si no conociese a nadie, chocándose contigo y mirándote por encima del hombro como si fueras invisible o un objeto viejo e inservible, sólo llevaba aquí unos días, pero ya me había dado cuenta que en Vertoba o eras uno de los snobs o no eras nadie, y por el momento, yo pertenecía al grupo de los don nadie.
Las chicas iban  todas con sus uniformes perfectos, que se le ajustaban a la perfección a sus figuras, marcando sus curvas y haciéndolas atractivas con esas faldas arregladas y más cortas que el resto, y los chicos llevaban sus pantalones ajustados, que a pesar de ser del uniforme, parecían de última tendencia en ellos. Y luego estábamos los nuevos, como yo y Olga y Peter, con nuestra ropa mal ajustada, sobrante por todos lados.
-Daniel despierta. ¡Daniel!
Olga y yo nos dirigíamos al comedor, tras dejar nuestras carteras en las habitaciones, para no tener que ir cargadas, pero yo iba ensimismada en mis pensamientos y no le prestaba atención a lo que estaba hablando.
-¿Qué? Estoy despierta, lo prometo –levanté las manos con las palmas hacia afuera- he escuchado todo lo que has dicho.
-¿Así?
Asentí con la cabeza.
-A ver, dime de qué te estaba hablando.
-Pues de que quieres un perro azul y rosa, con cresta y extensiones doradas.
Yo me eché a reír, pero a ella no parecía haberle hecho gracia.
-No, no era eso.
-Oh venga –le pegué un codazo bajo las costillas- no te enfades. Lo siento, ¿me perdonas?
-Solo por esta vez.
-De acuerdo.
-Te estaba hablando de mañana, la fiesta del lago –empujó las grandes puertas del comedor, para dejarnos pasar- no sé qué ponerme. Tú, ¿qué te pondrás?
Miré las dos puertas del comedor, pero no vi ningún cartel por ningún lado. Una de dos, o Bianca me había mentido para rabiarme o los habían quitado, el caso es que no estaban, por lo que le resté importancia al tema.
-Cualquier cosa, si total. –Dije, quitando importancia al asunto.
-Vaya, sí que sirves de ayuda tú.
-Esta noche si quieres paso por tu cuarto y elegimos algo ¿va?
-Eso ya está mejor –sonrió- ¿Fiesta de pijamas?
-Bueno, bueno, ya te estás adelantando tú mucho a los acontecimientos.
Las dos soltamos  altas carcajadas sonoras, mientras nos dirigíamos a nuestro habitual sitio en el comedor, cuando casi tropiezo con algo. Por suerte, Olga me agarró de los hombros con rapidez, evitando mi visita al suelo.
-¿Estás bien?
-Sí, ¿Qué…
Miré a mi derecha y vi a Sharon y su séquito, casi tumbadas en la mesa de la risa, por lo que deduje que habían sido ellas.
-Pobre, pobre Daniel –dijo entre carcajadas- ¿estás bien? ¡Qué torpe eres chica!
-Sí, gracias por preguntar, por suerte no he llegado al suelo –la miré con ojos encendidos por la rabia, solo me imaginaba arrancándole esas extensiones caras- gracias por preocuparte.
-De nada. ¿Has recibido mi regalo?
-¿Tú qué?
La imagen de la caja rosa con el lazo negro me vino a la cabeza, no me había vuelto a acordar de ella.
-Veo que no, –de su sonrisa emanaba una pizca de veneno y en sus ojos había un brillo disimulado, como cuando un niño pequeño hace una trastada y le echa la culpa a otro- espero que te guste.
-En fin, Daniel, vayámonos.
-Sí, mejor.
Olga y yo nos alejamos del grupo de chicas, que aún se reían por mi tropezón.
-¿De qué regalo habla?
-Esta mañana, al salir de mi habitación, me encontré una caja rosa, a los pies de la puerta, pero no sé qué contiene. Se me olvidó comentarte.
-Viniendo de esa arpía me espero cualquier cosa, pero ¿a qué viene eso, de todos modos?
Yo tampoco sabía a qué venía eso, pero Olga tenía razón, viniendo de ella podíamos esperar cualquier cosa. Aún seguía preguntándome qué era lo que yo le podía haber hecho, ni si quiera me conocía lo suficiente como para tratarme de esa manera.
Cuando llegamos a nuestra mesa, los platos ya estaban servidos, una humeante sopa de arroz nos esperaba con un aroma que pedía  ser probada.
-¡Qué hambre! Y qué bien huele esta sopa.
-¿Si verdad? –dijo Peter, que estaba sentado entre Lorens y Bianca- Pues espera a probarla.
-Yo también dije lo mismo –Bianca me miró asqueada- pero su sabor es horrible.
Cogí la cuchara, la hundí en el plato y me llevé el contenido a la boca. Bianca tenía razón, aquello no estaba nada bueno. Solté la cuchara de golpe y parte de su contenido saltó del plato, manchando el blanco mantel y parte de mi jersey.
-¡Joder!
Ahora estaba manchada, quemada y cabreada, todo en uno.
-¡Daniel! ¿Pero qué haces? –gritó Lorens.
-Ha, ha sido sin querer –me limpié el jersey con una servilleta de papel- esto sabe a rayos.
-Ya estamos…
-Mirar, da igual –retiré mi silla y me levanté enfadada- será mejor que me vaya.
-Pero ¿A dónde vas? –Peter me agarró del brazo, impidiéndome continuar, pero me zafé de él con rapidez- Daniel no has comido nada.
-Voy a ver a mi padre, quería hablar conmigo, ya… -sacudí la cabeza confusa y aturdida- comeré algo allí. Más tarde nos vemos.
De camino a la puerta, divisé a Alex siguiéndome con la mirada desde su asiento, alejado del resto con un par de chicos a los que no conocía de nada y eso aumentó más mi enfado. Ese chico me sacaba de quicio. Primero me vigila, luego intenta ser mi amigo, más tarde me grita, a continuación me da un beso y más tarde se preocupa de mí.
Crucé la puerta del comedor para poder ir al departamento de mi padre, no sabía que querría decirme, pero ojala y fuera que nos íbamos de allí, quería volver a casa, sería el regalo de cumpleaños perfecto.
-¡Eh, Daniel!
Estaba a punto de salir al patio cuando escuché que alguien me llamaba, me di la vuelta y vi que era Alex, perfecto, lo que me faltaba. No me detuve, continué mi camino pegando un portazo a la puerta principal como muestra de mí enojo, pero por desgracia, este chico no había captado la indirecta de que no tenía ganas de hablar con él.
-¡Eh, espera!
-No estoy de humor, ni tengo ganas de hablar con nadie, a si es que ahórrate lo que tengas que decirme y me lo dices otro día, cuando no te de un venazo de los tuyos.
-Quería disculparme.
-¿Disculparte? ¿De qué?
A pesar de lo rápido que iba andando, él me alcanzó con facilidad, sus largas piernas eran perfectas para andar acelerado.
-Por lo del otro día, no quería darte a entender que os estaba espiando a ti y a Lorens.
-Alex…
-De verdad, lo siento.
Le miré de soslayo y vi en su cara que lo que decía era cierto, de verdad lo sentía. Una sensación de culpabilidad se apoderó de mí, no era él el que tenía que pedir perdón, era yo.
-Está bien, no pasa nada, en realidad la que debería pedir disculpas soy yo –aminoré mi paso, estaba fatigada de ir prácticamente a la carrera- por insinuar algo tan horrible.
-Está bien.
No pude evitar sonreír, esta situación me estaba resultando un poco incómoda pero a la vez me alegraba que se hubiese molestado.
-¿A dónde vas con tanta prisa? Si puedo preguntar.
-Oh, al departamento de mi padre.
-Si quieres te acompaño.
-No, es igual, gracias de todos modos.
-Bien, pues si la damisela no necesita más mis servicios –hizo una reverencia, cogiéndome de la mano y besándola- me retiro pues.
Me quedé inmóvil, viendo cómo se alejaba por el camino que ambos habíamos seguido,  con una sonrisa tonta en los labios.
-Adiós. –Dije en un susurro.

3 comentarios:

  1. Dios mio,sube pronto,estoy super viciada a tu novela *-* es demasiado original,eres perfecta,menuda creatividad!!!!!! Alex...o dios mio,Alex,ese chico me vuelve loca!!! Pierre no me cae bien ¬¬ no se porque...y si.no la guarra esa de Sharon chss...que se cree? Y el regalo ese que narices es? Que le tiene que decir su padre? Demasiadas dudas D: por favor sube rapido,aunque esperare todo lo que sea necesario

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    1. Hola, lo siento muchisimo por no responder hasta ahora y no haber subido ningun capitulo más, he estado muy liada. Subiré capitulos pronto, espero que sigas leyendo y que te guste, te dejo mi correo por si quieres algun adelanto: moomsenb9_@hotmail.com gracias :)

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  2. Me encanta tu novela!! Sube capii pronto porfaa!! Estoy con María, Alex me encanta!! Y Pierre no me cae ni bien ni mal, pero si Alex dice que no le conviene.. Será por algo.. Me he quedado con la intriga sobre el regalo, yo creía que era de Alex.. Fíjate ya lo obsesionada que estoy, jajaja. Me acabo de leer todos los capítulos, y me he enganchado, y una cosa, lo de los sueños me encantaría que fuesen un poco mas larguillos, no mucho, pero un poquito sí... Aunque tu novela, sinceramente es PERFECTA! Sube pronto porfii!!! Besiis!! :3

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