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PRÓLOGO.


   Mi madre me estaba llamando para cenar y yo no paraba de bajar y bajar escaleras siendo perseguida por un enorme lobo de color negro. No podía más con mi cuerpo, solo veía peldaños y más peldaños pero no conseguía llegar al último, hasta que por fin divisé un resquicio de luz al otro lado. Notaba el aliento de la gran bestia pegada a mi cuello, me erizaba los pelos del cogote. Yo seguía corriendo, bajando más escaleras, hasta que por fin veo el último peldaño, ahí estaba, tan cerca... Cogí impulso y salté. Caí rodando en la puerta de mi casa. Llamé, pero nadie me abría y yo seguía oyendo la voz de mi madre a lo lejos. Me agaché y cogí la llave de debajo del felpudo, la introduje en la cerradura y abrí, sigilosamente, la puerta de la entrada. Estaba dentro de mi casa o lo que creía que era mi casa, la notaba tan fría, no había nada de acogedor en ella. Volví a oír la voz de mi madre, esta vez más cerca, juraría que su voz provenía del salón. Me acerqué a la puerta del comedor y ahí estaban mis padres y mu hermano Luck. Estaban tan callados y quietos que me daron bastante miedo. Mi madre se giró y me miró fijamente a los ojos. Me quedé atónita, sus ojos eran dos esferas negras -Daniel, cariño, siéntate a la mesa y comparte con nosotros esta agradable velada.- pero su voz sonaba tan dulce y tan normal que le hice caso y me senté a su lado. Delante mía había un vaso tapado con un paño blanco marfil, el cual me dispuse a retirar y cuando lo hice, vi en su interior un líquido rojo escarlata, espeso y caliente al tacto, no podía creer lo que veían mis ojos, !era sangre¡

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