CAPÍTULO 1.
Era
la tercera vez esa semana que tenía esa pesadilla; y solo estábamos
a miércoles. ¡Era horrible!. Me despertaba bañada en sudor y
jadeante y después no era capaz de volver a conciliar el sueño.
Bajé las escaleras a toda prisa, aún en pijama, esperando ver a mi
padre por allí rondando, pero no, estaba sola. Me metí en la cocina
y vi una buena taza de café con dos magdalenas y una pequeña nota
de papel en la que ponía:
Daniel,
lo siento he tenido que salir urgente a hacer una compras,
probablemente no vuelva hasta esta noche. Pórtate bien. Te
quiere: papá.
Genial,
otro día más sola en casa. Cualquier otra adolescente de 16 años
estaría encantada de estar sola en casa, pero yo no, desde que Luck
murió y mamá se fue, la casa estaba demasiado sola y fría.
Me
senté en la mesa de la cocina y me tomé el café -ya un poco frío,
supuse que mi padre se habría ido hace rato- las magdalenas
decidí volverlas a guardar, últimamente no tenía mucho
apetito.
Me
volví a mi cuarto a vestirme, pensé que ya que estaría todo el día
sola, ¿qué mejor que llamar a mi mejor amigo Max e irnos a dar una
vuelta?. Me puse unos tejanos claros y una camiseta sin tirantes en
la que ponía "I LOVE ME" con mis botas militares. Fui al
cuarto de baño a asearme un poco y cuando fui a coger el
cepillo del pelo, no aparecía por ninguna parte, últimamente me
desaparecían muchas cosas y lo cierto es que podía llegar a ser un
poco desesperante. Me disponía a salir cuando reparé en mi figura,
había cambiado mucho desde la partida de mamá. Mi pelo cada vez
estaba más largo, ya me llegaba por debajo de la tira del sostén y
normalmente siempre lo había tenido corto, tenía un color
amarronado tirando a rubio, era bastante raro la verdad, pero me
gustaba. Tenía unos profundos surcos bajo mis ojos verdes,
producidos por la falta de sueño de los últimos días y también
había perdido un poco de peso. Estaba bastante cambiada, sí.
Decidí
que ya era lo suficientemente tarde como para llamar a Max y
despertarle, era un dormilón de tres al cuarto.
-¿Si?
-¿Max?,
soy yo Daniel, esto, ¿qué te iba a decir? ¿Tienes algo que hacer?,
es que mi padre me ha vuelto a dejar sola y no me apetece pasarme
todo el día encerrada en casa, ¿te apetece dar una vuelta?
-¿Ahora?
estaba terminando de pasarme el juego de..
-Oh
venga Max, por fa, por fa...
-Venga
vale, ¿a la 1 en el parque en frente de la tienda de música?
-Vale, gracias, ais cómo te quiero.
-Si
ya...
Y colgué
le dejé con la palabra en la boca, como siempre. Miré el reloj y vi
que aún tenía una hora más hasta la hora en la que Max y yo
habíamos quedado a si es que decidí practicar un poco con la
guitarra, hacía tiempo que no la cogía y ya iba siendo hora, notaba
que me miraba con cara de pena cada vez que pasaba delante suya.
Bueno,
pues ya era la una y cinco y aquí estaba yo, sentada en
un banco del parque, esperando a Max que como
siempre, llegaba tarde. No entiendo cómo la gente puede ser tan
impuntual. Cogí el móvil y me puse a enredar, me metí
en vídeos sin querer y vi algo extraño, tenía
un vídeo que no había visto nunca, se titulaba "Daniel".
Vaya, ¿por qué había un vídeo con mi nombre que
casualmente nunca he visto?. Bah, daba igual, seguro que sería
algunas de las chorradas de Max, que me habría grabado sin darme
cuenta, pero no, no era más y tampoco una chorrada, ¡era mi
hermano!:
Daniel,
nada es lo que parece, he descubierto cosas, cosas sobre nosotros,
cosas que jamás creería ni yo.
Ten cuidado
hermanita, te quiero.
¿Pero
qué era esto? ¿Qué hacia un vídeo de mi hermano en
mi móvil el cual nunca he visto y que a demás me
advertía sobre algo?.
-Hola,
¿llevas mucho esperando? Lo siento de veras. -Típica frase suya. No
paraba de llegar tarde, hasta el día de su propia fiesta de 17 llegó
tarde, pero era Max, el típico chico tardón, mejor amigo
al cual no cambiaría por nada. Esos pelos de punta, su chupa negra y
sus zapatillas viejas eran los únicos amigos que tenía, yo no es
que fuera muy sociable.- Lo siento, lo siento, lo siento.
-Joder
Max. En serio, el día en el que llegues a tiempo te prometo que te
hago una fiesta, con gogós y todo -le miré con cara de enfado, pero
no pude evitar sonreír algo que no lo hacía muy
convincente- ¿acaso no sabes que es el chico el que tiene que
esperar?.
-Anda,
calla y vamos, que he quedado con unos colegas, que tengo que darles
una cosa.
-¿Dónde?
-Aquí
al otro lado del parque, probablemente ya estén allí,
quedé con ellos antes que contigo.
Nos
pusimos en camino, aunque no tuvimos que dar muchos paso, estaban a
pocos metros.
No me
gustaba la pintas de aquellos "colegas" de Max, uno tenía
el pelo más largo que yo y teñido de un verde moco al cual se le
estaba quitando lo poco de verde y le estaba aumentando lo mucho de
moco, con unos pantalones ajustados y cadenas por todos lados. Otro
tenía el pelo zapado, parecía una bola de billar, con un tatuaje de
una calavera en la coronilla y una camisa negra
bastante roída como para parecer un trapo de
cocina. La verdad es que no parecían el tipo de colegas con los que
Max se llegaría a juntar, en realidad no sabía que tuviera otros
amigos a parte de a mí, siempre íbamos juntos a todos
lados desde que nos conocimos en primero de primaria, era como mi
hermano.
-¿Qué
pasa Max? -dijo el de la calavera en la cabeza- ¿Traes lo
que te pedimos?
-Claro
que sí, ¿alguna vez os he fallado? -contestó Max metiéndose la
mano derecha en el bolsillo de la chaqueta- porque que yo sepa nunca.
-¿A
qué se refieren con traer?- le dije que un susurro tan bajo que solo
él podía oírme pero ni me contestó, me ignoró por
completo.
-Tomad,
os lo dejo solo en 5$ a cada uno. -No me lo podía creer,
¿le estaba vendiendo pastillas?. Mi cara debió de delatar
mi incredibilidad, porque los tres se me quedaron mirando- ¿Te
pasa algo Daniel?.
-Esto,
eh.. no.
-Oh
tío, eres mi ídolo -dijo el de la melena- muchas gracias,
aquí tienes tronco, a partir de ahora te llamaremos solo a ti. Eres
mi ídolo.
-Adiós tíos.
-Max me agarró de la mano y me sacó de allí, me había quedado en
estado de sock, pensé que había dejado de vender hace tiempo.- ¿Se
puede saber qué te pasa?.
-¿Qué
me pasa a mi? -le grité- ¿Qué te pasa a ti querrás decir?
¡Pensé que lo habías dejado de hacer Max!
-Venga
Daniel, no te pongas así, estás últimamente muy rara, no te
enfades conmigo. No pagues conmigo lo que te pase, por que sé que te
pasa algo, esas ojeras no son normales y ¿te piensas que no he
advertido tu pérdida de peso?.
-No
estoy pagando contigo nada, es solo que me dijiste que dejarías eso
después de que ambos acabásemos pasando una noche en el
calabozo cuando nos pillaron con un peta. Y no me pasa nada, lo que
pasa es que he seguido teniendo esas pesadillas y no duermo
mucho últimamente.
-Ven
aquí anda -me atrajo hacia el y me dio un fuerte abrazo, tan fuerte
que a penas podía respirar.- Lo siento ¿vale?.
-Tú
no tienes la culpa de nada, pero estoy cansada y encima mi padre a
penas aparece por casa. Oye tú no tendrás un poco de hierba por ahí
verdad, la necesito, sí sé que dije que no volvería después de
aquello pero este estrés va a matarme.-Me separé un poco
de él y le miré directamente a los ojos con cara de cachorrito.-
Por favor.
-Daniel,
no, te dije que no volverías y a demás..
-Por
favor, enserio, la última vez. -Junté mis manos para darle más
realismo al asunto.- De verdad.
-Ya,
eso dijiste la "ultima vez". Esta bien anda,
pero vayámonos allí detrás, por aquí suele rondar la
poli y no me apetece pasar otro día en la cárcel.
Me
tiré a su cuello y le abracé bien fuerte. Nos fuimos a la parte
trasera del parque, a la que nadie solía ir porque olía a pis de
perro y estaba bastante oscuro hasta para ser de día. Más sacó el
porro de su paquete de tabaco, ya hasta lo tenía hecho. Lo encendió
y me lo dio.
-Entonces, cuéntame,
¿que pasa en ese sueño?.
-Lo
mismo de siempre -le dí una calada- el lobo me persigue por todo el
bosque hasta que llego a esas escaleras interminables y una vez que
llego a casa está mi madre con mi hermano y mi padre en el salón y
ese vaso de sangre.
-Creo
que...-puso cara de pensativo- estás loca.
-Vaya,
gracias. -le empuje y nos echamos a reír- muy amable.
Oímos
unos pasos a nuestras espaldas, pero no les dimos importancia,
pensamos que serían algunos niños que habían decidido hacerse los
valientes, pero nos equivocamos.
-Vaya,
vaya, os vuelvo a pillar y con las manos en la masa y nunca mejor
dicho.
Nos
dimos la vuelta, bastante asustados he de añadir, era una voz
bastante profunda y me asusté tanto que las manos me empezaron a
temblar. No me lo podía creer, ¡otra vez no!. Ya era la cuarta vez
este mes.
-Acompañarme
chicos, nos espera un largo camino hasta la comisaría.
CAPÍTULO 2.
Mi
padre fue por mi a la comisaría y por lo poco que hablé con él,
estaba muy enfadado, más que otras veces, aunque esta vez solo pasé
una hora allí, una de las veces anteriores estuve toda una
noche porque me pillaron en mi colegio a la una de la mañana
pintando "Monrroe cabrón" justo en la entrada, a mi
directora no le sentó nada bien.
Me
pasé todo el camino de vuelta a casa con los auriculares del móvil
puesto, ya que intentar hablar con mi padre era como hablarle a una
pared, podías hablar y hablar, pero poca respuesta ibas a obtener,
pero ahora, eso sí, cuando entramos por la puerta de casa me calló
una bronca del quince, jamás había visto a mi padre así.
-Daniel,
no sé que es lo qué voy a hacer contigo, pensé que estabas
haciendo un esfuerzo por cambiar -me dijo mientras me miraba con ojos
cansados, como si no hubiera dormido en semanas, pero con ira-
sé que es duro todo lo que nos ha pasado en los últimos meses desde
la muerte de Luck y desde Elithabet se marchó de casa -Elithabet era
mi madre- pero yo también lo estoy sufriendo y por ello no me drogo.
-Papá,
ya lo sé y lo siento mucho.
-No,
no lo sientes, porque solo piensas en ti vale ya de tanto lamento
Daniel, esto se ha acabado.
Mi
padre sabía como hacerme sentir culpable, aunque en realidad yo
tenía la culpa, él tenía razón.
-Por
el momento estás castigada las dos semanas de vacaciones que te
quedan, no saldrás, no tendrás móvil, ni Internet y
por supuesto se acabó el ver a Max.
-Pero
¡papá! -no podía creer lo que estaba oyendo, era la primera vez
que me castigaba tan duramente- ¡Eso no es justo!
-Claro
que si es justo, habértelo pensado antes de ir por ahí
fumando porros.
Y una
vez dicho eso me sufí corriendo las escaleras arriba hasta mi
cuarto. Pegué un portazo al entrar y de la fuerza que empleé tiré
la foto que colgaba de la pared al lado de mi cama, una foto en la
que salíamos mis padres, mi hermano y yo. Me agaché a cogerla y me
senté en la cama mirando la foto, los echaba mucho de menos, todo
había cambiado desde que ellos dos no estaban; antes eramos una
familia normal y ahora solo quedábamos mi padre y yo.
Luck
era como un amigo más, le contaba mis problemas y siempre me ayudaba
-se me saltaron unas lagrimas- y siempre íbamos juntos a todos
lados, sí, yo era más pequeña que él dos años, pero él sabía
que solo físicamente. Todo con él era perfecto, siempre he creído
que mi hermano era el mejor hermano del mundo, que no
tía ningún problema, pero también era una persona y
todas las personas tenemos problemas, incluso el mejor hermano del
mundo... Por eso cuando me lo encontré en la bañera con dos cortes
en ambas muñecas pensaba que era la peor pesadilla de todas las que
he tenido a lo largo de mi vida. En realidad era una pesadilla. No
entendía por qué había hecho eso. Unas semanas después mi madre
se marchó de casa, ella era todo lo contrario a mi. Alta, morena de
piel, con un pelo oscuro como la noche y unos rizos brillantes y
encaracolados perfectos. Cuando era pequeña siempre me contaba
cuentos de brujas y vampiros para dormir, sí ya sé que cualquier
otra persona no le contaría ese tipo de historias a sus hijos antes
de ir a la cama, pero yo se las pedía y mi madre sabía hacer unos
trucos magníficos una vez hasta hizo desaparecer a mi
padre del salón y otra consiguió mover un jarrón sin mirarlo
siquiera. Ella decía que era una bruja, que pertenecía al linaje de
las brujas de Salem, pero yo me reía de ella y
ambas acabábamos tumbadas en la cama riendo hasta no poder
más.
Me
dejé caer sobre la cama, aún con la foto en la mano y reparé en lo
poco que había cambiado mi padre desde entonces, estaba totalmente
igual. Su pelo seguía corto un de un rubio sucio, la tez de la
seguía teniendo tirante y tersa, sus músculos seguían siendo igual
de fuertes y sus ojos dorados tenían vida en ellos. Nunca había
reparado en los joven que parecía mi padre.
Miré
el reloj del escritorio, marcaban las 8 de la tarde ¡caramba
qué rápido había pasado hoy el tiempo! Pero decidí, que
a pesar de no haber comido nada a demás de ese café del desayuno,
no tenía hambre a si es que me puse el pijama y me metí en la cama,
no tardé en quedarme dormida.
Al
día siguiente cuando me desperté, mi padre me esperaba en el sofá
con un café caliente y unas tostadas, por lo que deduje que
tenía que decirme algo.
-Hola
-aún seguía cabreada por el castigo, ya sé que me lo merezco, pero
¿a qué venía eso?- si piensas que con haberme preparado el
desayuno se me va a olvidar el castigo, no es así.
-Siéntate Daniel,
tenemos que hablar -me indicó el sillón en frente de la taza de
café- Te estás preguntando que donde me he metido tanto tiempo
fuera de casa las últimas semanas, pues bien. -Ala, aquí venía la
bomba, pero no estaba asustada o ¿sí?- Bueno pues lo cierto es
que, nos mudamos.
-¿Qué?,
¿A donde?, ¿Cuándo? -¡Bum! saltó la bomba, me esperaba cualquier
cosa menos eso, no sé que estaba viendo ofertas de trabajo, que se
iba a comprar un coche, pero ¿mudarnos?- No es justo ¿y mis amigos,
bueno Max?.
-No
hay nada que discutir, la decisión está tomada. He encontrado un
colegio interno en Londres. Nos instalaremos allí en unos
días, tú como alumna y yo como profesor de historia. - Mi padre se
me acercó y me acaricio la mano- Es lo mejor cariño, no nos vendría
mal cambiar de aires.
-¡¿Que
es lo mejor?! ¿Para quién, para ti?
-No
discutas cariño, la decisión está tomada, nos iremos en unos días
-dijo con dulzura, por mi expresión se dio cuenta que me estaba
haciendo daño-.
-¿Unos
días? ¿Cuánto son unos días?.
-En
dos días cogeremos el avión.
Y no
dijo más. Se levantó del sofá y se fue hacia la cocina con tu taza
y sus platos sucios, dejándome allí con la mirada perdida. ¿Cómo
es posible que me pasara eso a mi?. Vale sabía que no era la mejor
hija que alguien quiere tener, pero ¿mandarme a un colegio interno y
encima en otro continente?. Me tomé el café a un caliente y me
levanté, cogiendo el plato con las tostadas y la taza vacía y
me dirigí decidida hacia la cocina.
-De
acuerdo, te has propuesto cambiarme la vida sin
andar preguntándome qué me parece a mi todo esto, lo has
decidido tú solo todo. De acuerdo. Pero como mínimo creo que me
merezco despedirme de mis amigos -aunque eso implicará solo Max- al
menos, eso creo.
-Está
bien -se resignó mi padre, aunque no me miró a la cara, estaba de
espaldas a mi mirando dentro de la nevera cogiendo una botella con
algo que parecía rojo- Puedes llamarle.
-Vale,
¿con qué? Porque te recuerdo que mi móvil lo tienes tú
y el teléfono ha desaparecido misteriosamente de su sitio.
-Lo
tienes en el cajón de los cubierto -contestó indicándome el
cajón, aún de espaldas a mi- tienes dos minutos, aún sigues
castigada.
-¡
Eso no es....
-Minuto
y medio.
Al
final acabé por callarme porque sino al final sería peor. Cogí
el teléfono y me fui al salón, donde mi padre
no pudiera escucharme hablar. Marqué el numero sin necesidad de
tener que mirarlo, me lo sabía tan bien como mi nombre.
-¿Sí?
-dijo una voz femenina al otro lado del teléfono- ¿Quién es?
-Hola,
Sophy, soy Daniel, ¿está tu hermano?
-Sí
espera.
Pasaron
unos segundos hasta que alguien contestó.
-Menos
mal que llamas, pensé que tu padre había acabado con tu vida -se
echó a reir- ¿cómo estás?.
-No
muy bien. Max, me voy.
-¿Cómo
que te vas? ¿A donde?.
-Me
voy a un internado en Londres, no sé ni su nombre, mi padre me lo ha
dicho hará cosa de un cuarto de hora. El irá como profesor.
-No
entiendo -su voz indicaba incertidumbre, estaba claro que
no se lo creía- ¿cómo que a in internado? ¿Cómo se llama?.
-No
lo sé, ese detalle se le ha pasado a mi padre. Te llamaré o te
escribiré por correo, lo prometo.
-No
puedes decirme esto así por teléfono, ¿no podemos vernos?.
-Que
va, no puedo salir de casa, estoy castigada sin salir,
móvil, Internet .. me ha dejado llamarte para despedirme.
Esto es peor que una cárcel. Te echaré de menos Max.
-¡Joder!
-sabía que esto le molestaba tanto como a mi- No es justo. Más te
vale escribirme, yo también lo haré y cuéntame todo. Te
echaré de menos. Te qui....
Y mi
padre me arrancó el teléfono de las manos, llevándose con él, la
voz de mi mejor amigo.
-Dos
minutos.
CAPÍTULO 3.
Los dos últimos días se me hicieron interminables, no
podía salir de casa, ni hablar con nadie, no sabía que hacer en mi casa a si es
que hice la maleta, aunque metí pocas cosas, por lo visto ese estúpido centro
tenía uniforme, ahora sería una de esas niñas pijas a las que siempre he
odiado. Bien.
Llevábamos como dos horas esperando en
el aeropuerto hasta que el megáfono nos indicase que nuestro avión
iba a salir y yo necesitaba ir al baño, me daba miedo hacer pis en el avión,
siempre me había preguntado a dónde iba a pasar todo una vez que tirabas de la
cadena, bueno, rectifico, más que miedo, repelús. A si es que me levanté de mi
asiento y fui al baño.
-¿A donde vas Daniel?
-Al servicio papa, tranquilo, no voy a tramar ningún
plan maligno por el camino -estos últimos días había estado demasiado protector
conmigo, no sé si es que de verdad dudaba que me escapara o era otra cosa lo
que le preocupaba- iré y volveré en seguida.
Tenía que dar un buen rodeo para poder
llegar, estaban en la otra punta y ya no me aguantaba más a si es que
eché a correr, hasta que -cómo no- me choqué con alguien.
-¡Eh, ten mas cuidado inútil! -dijo una voz femenina- Mira
por donde vas.
Al principio pensé que me había chocado con una niña pequeña,
pero me fijé mejor. A pesar de su metro cincuenta,
aproximadamente, llevaba unos buenos tacones, como de unos doce
centímetros, por debajo de unos jeans ajustados. Fui subiendo lentamente la
cabeza hasta reparar en que no, efectivamente no era una niña, por si
no había quedado claro con sus tacones, era una chica morena con el
pelo laceo por los hombros y bastante maquillada, hasta para mi, que
siempre solía llevar los ojos de color negro.
-Lo siento, fue sin querer -titubeé- ¿estás bien?
-¿Te parece que esté bien? - odiaba que me respondieran con otra
pregunta y en cima para colmo levantó una ceja, siempre había querido
hacerlo, ¿por qué ella si y yo no?- No, no estoy bien, casi me tiras mi taza de
café encima de esta blusa súper cara.
-Lo siento de verdad.
Y me fui corriendo de nuevo al baño o llegaba o me haría pis
encima y no sé por qué tuve la extraña sensación que la mirada de esa chica se
me estaba clavando en el cogote.
Creo que fue la primera vez que vi unos servicios tan limpios
fuera de casa. Los baños estaban dispuestos en hileras con
paredes de color blanco y suelo de mármol de un color azul cielo.
Para ser un servicio era bastante bonito. Entré en uno de los baños y
escuché un fuerte golpe unas hileras más allá de la mía.
-¿Hay alguien por ahí? ¿Está bien?
Pero no obtuve respuesta. No le dí mucha importancia, seguro que
había sido alguien que había pegado un portazo.
Me estaba lavando las manos cuando tuve una
sensación de lo más extraña y un escalofrío me recorrió todo el
cuerpo a lo largo de la columna. Levanté la cabeza y vi una sombra fugaz que pasó por
detrás mías Me dí la vuelta bastante asustada, no sabía que podía
ser, pero me fijé bien. Era un cuervo posado en una de las lámparas
fundidas. ¿Qué hacía allí un cuervo?
No le di mucha importancia y deshice el camino de vuelta.
-¿Por qué has tardado tanto?
-Me entretuve viendo algunos escaparates por el camino papa.
Estaba ya un poco cansada de la forma de actuar de mi padre
últimamente, estaba demasiado protector, al menos, eso creo yo.
-Señores pasajeros, el vuelo con destino Londres pasan por la
camina ocho. -¡Por fin! Me estaba cansando un poco de ese aeropuerto, era muy
raro- Despegará en unos minutos.
-Vamos cariño, es por aquí.
Estuve todo el camino callada, concentrada en la música de mi
móvil, hasta que montamos en el avión y una azafata me dijo que tenía que
apagar cualquier tipo de dispositivo. Hice amago de apagarlo, ero el viaje era
largo y a pesar de que el cielo aún estaba oscuro, no tenía sueño, a si es que
la ignoré por completo.
-Papá.
-¿Sí, Daniel?
-Cómo se llama esa cárcel a la que vamos, todavía no me lo has dicho.
-Se llama Vetorba –dijo mirando por la ventana, estaba un poco
tenso, por lo poco que sé a mi padre no le gustaban mucho las alturas, uno de
los motivos por el que no entiendo que tengamos que cruzar el Atlántico solo
por un trabajo- y no es una cárcel. Me estoy empezando a cansar de tus
tonterías Daniel. Estoy seguro que ese sitio te va a gustar. Está entre
montañas y hay un pueblo a unos diez kilómetros de distancia, podrás ir allí
los sábados con las amigas que hagas. –le notaba la voz tensa y cansada, pero
dulce a pesar de mi comportamiento y mis bromas- Te gustará, te lo prometo.
-Vale. –una sacudida me pegó al asiento, estábamos despegando-
Si tu lo dices, tendrás razón. Como siempre.
Esperé una contestación de mi padre, pero a mi sorpresa, no dijo
nada, a si es que me puse los auriculares y me concentré en la música hasta que
me quedé dormida.
Corría. Estaba segura que corría, pero mis piernas no estaban cansadas,
no notaba fatiga y corría verdaderamente deprisa. Los árboles pasaban veloces a
mi paso y notaba el viento fuertemente contra mis brazos desnudos. Estaba
huyendo pero no sabía de qué, hasta que me dio por mirar hacia atrás y ver una
figura emborronada correr junto a mí que me decía que despertase, que ya
habíamos llegado.
-Cariño, despierta, ya hemos llegado.
Abrí lentamente los ojos, notaba un leve dolor en la mejilla y
me di cuanta que el cable de los auriculares me había dejado una marca allí
donde me escocía.
-¿Qué? –mi voz sonaba confusa y adormilada, ¿qué acababa de soñar?-
¿Qué pasa? ¿Dónde estamos?
-¿Cómo que donde estamos? –Mi padre se echó a reír- Estamos en
el avión cariño, ya hemos llegado.
-Ah.
Me levanté de mi asiento y cogí mi equipaje de mano del compartimento
superior y me encaminé torpemente hacia la puerta de salida, aún seguía
enfadada.
Un taxi nos esperaba en la entrada del aeropuerto de Londres
para llevarnos a Stonlant –el pueblo
donde se encontraba la cárcel- a unas 4 horas de distancia. Menudo camino me
esperaba.
Metimos en el maletero todo nuestro equipaje y mi padre me abrió la puerta trasera del coche para que entrase, pero hice caso omiso y me
dirigí a la otra. Si se pensaba que con hacerme la pelota me iba a olvidar de
que me había alejado de toda mi anterior vida, se equivocaba.
-¿A dónde, jefe?
El taxista era un hombre de espaldas anchas, con una boina negra
tapandole su cabeza calva y de una piel bastante blanca, como si nunca le
hubiera dado el sol.
-Vamos a Stonlant.
-Sabe usted que hay autobuses, ese pueblo está bastante lejos de
aquí –parecía sorprendido- pero como usted mande.
El taxi se puso en marcha con una sacudida, parecía que ese
coche era bastante antiguo, puesto que el posa cabezas de la parte trasera
estaba arrancado de cuajo, había un boquete en el asiento que estaba a mi lado
y la calefacción no iba muy bien, porque a pesar de que estábamos a finales de
verano, en ese sitio hacía un poco de frío. Vi que mi padre y el taxista
estaban entablando una conversación y las pistas de mi móvil ya me las sabía
tan bien, que hasta podría decir el orden de las canciones sin mirarlas. A si
es que decidí apagarla, pero no me quité los auriculares, no quería que se
dieran cuenta de que les estaba escuchando.
-¿Y que les ha llamado de ese pueblucho de mala muerte? Está
prácticamente abandonado.
-Vamos a Vetorba, trabajo allí.
-¿Vetorba? –le miró el taxista con las cejas encarnadas- Nunca
he estado en ese sitio y tampoco ardo en deseos de ir allí. Mi hija quería
ingresar en ese centro pero es bastante caro y difícil ingresar allí, por no
hablar de los profesores y la directora, he odio que son muy raritos y…
-Yo soy el nuevo profesor de historia -cortó mi padre al hombre-
y mi hija será una futura alumna.
-Oh, vaya, esto, yo…
-Tranquilo, le entiendo.
Bien papá, habías dejado al pobre hombre cortado, no podías
callarte.
El camino se me estaba haciendo
bastante largo, solo había árboles y más árboles y cuando no pasábamos
por pequeños pueblillos, había campos abiertos, cubiertos de hierbajos quemados,
al parecer habría habido un incendio por
allí cerca y parecía haber sido grande. Pensé que moriría de aburrimiento allí
dentro. La batería del móvil había acabado por ceder y apagarse después
del uso que llevaba a lo largo del día y
por supuesto no había abierto la boca en todo el trayecto, mi padre y el
taxista parecían estar enfrascados en una interesante conversación y no quería
interrumpirles.
Cuando conté el arbusto número mil ciento veintidós divisé a lo
lejos un cartel medio caído, deteriorado por el paso de los años y con la
pintura de las letras escarchadas, donde ponía Stonlant. Por fin llegábamos.
-¿Cuánto es?
-Son 40
libras jefe – contestó el taxista mientras nos ayudaba a
mi padre y a mi a sacar el equipaje del maletero- le haré a usted una
rebajilla, me ha caido bien.
-Como vaya usted haciendo rebajas a todo el que le cae bien, su
coche acabará con varios agujeros como agradecimiento.
-¡Daniel! Pídele disculpas –su mirada se clavó en mi con cierta
ira en ellos- No es forma de hablarle así a la gente.
-No importa, en realidad tiene razón, mi taxi necesita unos
arreglos.
-Boh.
Esa fue mi última palabra antes de que mi padre pagara al
conductor y nos dirigiéramos hasta la plaza, donde nos esperaba un supuesto
amigo de mi padre, que también trabajaba allí, para llevarnos a la cárcel.
El taxista estaba en lo cierto, aquél pueblo parecía abandonado.
Las paredes de las casas estaban caídas y mohosas, los baldosines de las aceras
estaban levantados, cuando no había un agujero en medio del camino. A penas
había tiendas y las pocas que vi eran anticuarios o tiendas de segunda mano.
Los escaparates estaban oscuros y las puertas de los almacenes por los que
pasamos estaban vallados con unas mallas metálicas para impedir que entrasen a
robar. Cuando llegamos a la plaza, vi
una pequeña estación de autobuses a uno de los lados y en el otro había un
cine, el cual me llamó bastante la atención. No parecía encajar en aquel lugar,
a diferencia de las casas, las tiendas y los baldosines, este edificio parecía
recién construido. Tenía una gran puerta, de entrada, de cristal y a ambos
lados había unas taquillas para sacar las entradas. La fachada era de un color
rojo intenso y arriba en lo alto, había un cartel que anunciaba la película de
la semana; esa semana sería “Grease”.
-Vamos, nos están esperando, no te entretengas.
-Ya voy, ya voy. –Le miré de reojo, pero el no pareció
advertirlo y si lo hizo, no me dijo nada- Y ¿cómo dices que se llama ese
compañero tuyo?
-Ese “compañero mío” será tu profesor de música y se llama
Jacob. Creo que te caerá bien, os parecéis mucho y es joven a demás.
-Ya, si por creer, puedes creer muchas cosas.
-Llegamos, mira allí está –señaló al final de la plaza- date
prisa nena.
Seguí la dirección de su dedo y vi a un hombre alto y de piel
morena, con un pelo negro y de un brillo intenso a pesar de la poca luz que
había en aquel lugar. Se le notaban los músculos fuertes bajo un jersey marrón
claro que llevaba. Mi padre estaba en lo cierto, parecía joven, de unos
veinticuatro, veinticinco años, aproximadamente.
-Harry, amigo ¿qué tal? –le apretó la mano a mi padre y se
dieron un abrazo, vaya, parecía que se conocían bastante- Cuánto tiempo.
-Jacob, amigo –mi padre se apartó de el- qué alegría verte,
¿cuánto hacía que no nos veíamos? ¿Nueve, diez años? Te presento a mi hija
Daniel. Daniel, este el Jacob, tu nuevo profesor de música.
-Ems, hola.
El me tendió la mano, pero no me molesté ni en mirarle.
-Hola Daniel. –Me contestó retirando la mano- Tu padre me ha
hablado mucho de ti en estos últimos meses. Está muy orgulloso de ti, espero
que nos llevemos bien.
-Sí, claro.
Dicho eso, abrí la puerta del coche y me metí dentro a esperar a
que acabasen de guardar las cosas en la parte trasera.
El trayecto estuvo dirigido por una entusiasmada conversación
entre los viejos amigos, mientras yo, como de costumbre, viraba el inmenso
bosque que envolvía el camino de graba y tierra por el que nos dirigíamos al
que, próximamente, sería mi nuevo hogar.
Cada vez los árboles se encontraban más separados, hasta que
acabaron desapareciendo dejando paso un claro verde con distintos tipos de
arbustos sorteados por todo el espacio.
El coche frenó en seco y mi padre y Jacob se bajaron rápidamente,
¿qué pasaba ahora? Abrí la puerta e imitándolos, me baje yo también y me dirigí
a la parte delantera. No podía creer lo que estaba viendo. Había un ciervo
tumbado en medio del camino con la panza desgarrada y todo manchado de sangre. Tuve
que aguantar una arcada, seguro que de haber tenido algo en el estómago, lo
habría echado allí mismo. ¿Qué clase de animal podría haber hecho eso?
Jacob agarró al animal por las patas traseras y lo arrastró a un
lado del camino, parecía bastante fuerte, a penas tuvo que hacer esfuerzo. Se montó en el coche y retomamos nuestro
camino.
Pasaron unos cinco minutos hasta que el coche se parase de
nuevo, pero esta vez lo que había delante nuestra era un castillo de estilo
gótico del siglo XIII, inmensamente grande, con paredes de ladrillos de un gris
sucio. Estaba formado por cuatro torres redondas acabadas en una punta que parecía
atravesar el cielo con ellas, cada una de las torres tenía un rosetón con
distintos dibujos que no era capaz de distinguir desde allí abajo. Las gárgolas
a lo alto parecían lanzarse al vacío sin miedo alguno con sus alas expandidas a
los lados. En la parte delantera, justo en medio, se encontraba una puerta de
madrea de un tono marrón tan oscuro que parecía negro. Aquello era hermoso.
CAPITULO 4.
La puerta de entrada se abrió y apareció un señora mayor, de pelo canoso recogido en un moño en lo alto y la piel tirante. Iba vestida con una larga falda granate y una camisa blanca abrochada hasta el último botón, apretándole cuello, donde se le clavaban las puntas de las solapas almidonadas.
-Buenas tardes señor Holmson. Supongo que esta encantadora chica debe de ser su hija, Daniela Holmson. -me miró con una gran sonrisa de oreja a oreja, pero sus ojos no desprendían simpatía, sino todo lo contrario- Por favor acompáñenme por aquí, -dijo bajando las escaleras- les enseñaré su estancia.
Mi padre y Jacob la siguieron, pero yo me entretuve mirando a lo lejos el bosque, me daba escalofríos.
Tuve que correr un poco para alcanzarles, ya me sacaban una pequeña distancia.
Nos dirigimos por un camino que rodeaba el colegio por el ala este hasta llegar a unos pequeños apartamentos que se encontraban al final del camino. La fachada estaba labrada en piedra, con ventanas estrechas a ambos lados de la puerta de entrada. Había como unas doce casa, supuse que serían de los otros profesores que trabajaban en el instituto.
-Esta será su casa aquí en Vetroba -señaló la señora mayor- Daniela podrá dormir aquí hasta que empiecen las clases, una vez que hallan empezado tendrá que dormir en su respectiva habitación, como el resto de sus compañeras.
-Daniel, -apunté yo- puede llamarme Daniel.
-Su nombre completo es Daniela -replicó mientras me daba la espalda para abrir el apartamento- por lo tanto, le llamaré Daniela.
Entramos en la estancia y comprobé que por dentro era mucho más grande y acogedora de lo que parecía por fuera. El suelo estaba revestido por grandes tablones de madera oscura, en el centro había una mesa rectangular con seis sillas, tres a cada lado, las cuales eran de madera, de un tono marfil. Había una chimenea al lado de la puerta de entrada, frente a un sofá de un rojo sangre. Había una pequeña cocina en la otra punta de la casa y en el otro se encontraban tres puertas, lo que supuse que serían dos cuartos y la otra un baño, pero eso ya lo averiguaría luego.
CAPITULO 4.
La puerta de entrada se abrió y apareció un señora mayor, de pelo canoso recogido en un moño en lo alto y la piel tirante. Iba vestida con una larga falda granate y una camisa blanca abrochada hasta el último botón, apretándole cuello, donde se le clavaban las puntas de las solapas almidonadas.
-Buenas tardes señor Holmson. Supongo que esta encantadora chica debe de ser su hija, Daniela Holmson. -me miró con una gran sonrisa de oreja a oreja, pero sus ojos no desprendían simpatía, sino todo lo contrario- Por favor acompáñenme por aquí, -dijo bajando las escaleras- les enseñaré su estancia.
Mi padre y Jacob la siguieron, pero yo me entretuve mirando a lo lejos el bosque, me daba escalofríos.
Tuve que correr un poco para alcanzarles, ya me sacaban una pequeña distancia.
Nos dirigimos por un camino que rodeaba el colegio por el ala este hasta llegar a unos pequeños apartamentos que se encontraban al final del camino. La fachada estaba labrada en piedra, con ventanas estrechas a ambos lados de la puerta de entrada. Había como unas doce casa, supuse que serían de los otros profesores que trabajaban en el instituto.
-Esta será su casa aquí en Vetroba -señaló la señora mayor- Daniela podrá dormir aquí hasta que empiecen las clases, una vez que hallan empezado tendrá que dormir en su respectiva habitación, como el resto de sus compañeras.
-Daniel, -apunté yo- puede llamarme Daniel.
-Su nombre completo es Daniela -replicó mientras me daba la espalda para abrir el apartamento- por lo tanto, le llamaré Daniela.
Entramos en la estancia y comprobé que por dentro era mucho más grande y acogedora de lo que parecía por fuera. El suelo estaba revestido por grandes tablones de madera oscura, en el centro había una mesa rectangular con seis sillas, tres a cada lado, las cuales eran de madera, de un tono marfil. Había una chimenea al lado de la puerta de entrada, frente a un sofá de un rojo sangre. Había una pequeña cocina en la otra punta de la casa y en el otro se encontraban tres puertas, lo que supuse que serían dos cuartos y la otra un baño, pero eso ya lo averiguaría luego.
-Señor Holmson, este será su hogar mientras esté entre los muros de Vetroba, reúnase conmigo una vez que se halla instalado, en mi despacho, tengo que darle el horario de sus clases.
-Muy bien Sra. directora.
-Puede llamarme Shophy -apuntó esta con con asentimiento de cabeza y se dirigió a mi- Muy bien.Señorita Daniela, vaya usted también con su padre, le diré a la prefecta que le enseñe que el que será su cuarto.
Asentí con la cabeza y me dirigí al sofá que estaba en frente de la, por ahora, apagada chimenea. La directora salió por la puerta de entrada dejándonos a Jacob, mi padre y a mi solos en la estancia.
-Bueno Harry, yo tengo que ir a terminar de instalarme en mi apartamento. Si necesitas algo, son tres casas a la derecha de la tuya. Nos vemos.
Al irse tubo que pegar un sonoro portazo, al parecer, la puerta no encajaba en condiciones.
-Vale papa ¿y ahora qué? -me tumbé en el sofá,, estaba agotada de todo el viaje-¿ Ahora es cuando viene la repartición de cuartos? por que si es así, me pido el más grande.
-Ahora viene cuando cierras esa preciosa boquita tuya y te metes en tu cuarto, que por cierto es el de la izquierda ¿o prefieres dejar todo en las maletas y así no tienes que volver a guardarlas mañana para mudarte?
-Perfecto.
Me levanté y arrastré las cosas hasta mi cuarto. Abrí la puerta dejando al descubierto una oscura habitación, con olor a algo dulzón. Encendí las luces, las cuales me mostraron una pulcra cama revestida con una colcha de color azul marino, una pequeña cómoda al lado de un tocador y un espejo de cuerpo entero. No había ni una sola estantería donde colocar mis libros, vale, se notaba que sería temporal.
Decidí dejar allí algunas pertenencias como mi guitarra, no creí que me dejaran tenerla dentro de la cárcel, se supone que los presos no pueden tener ningún tipo de diversión. Algún que otro libro, como mi saga de Cazadores de Sombras y Cumbres Borrascosas, si me apetecía leerlos solo tendría que volver allí, si me dejaban claro. Y algo de ropa de cambio, como un par de camisetas y ropa interior.
Salí al salón y la chimenea emitía una fuerte luz naranja que iluminaba toda la estancia y un intenso olor a pasta procedía de la cocina, a mi padre no le gustaba complicarse a la hora de cocinar.
-¿Macarrones para cenar de nuevo?- le pregunté burlona entrando en la cocina- Que novedad papá.
-Es esto o nada, ¿que prefieres?
-Mmm -me froté el estómago con sorna- pasta que rica.
Los dos nos echamos a reír.
-Voy a dar una vuelta por los alrededores, volveré enseguida para cenar y luego vamos a ver a la directora.
Salí de la cocina sin esperar respuesta de mi padre y abrí la puerta de entrada.
-Vale nena, no te demores mucho.
-Sí, papá.
Y me fui.
El bosque estaba a unos metros desde la puerta de la casa y decidí que sería bueno inspeccionar un poco la zona y encontrar un sitio en el que poder relajarme yo sola con mi guitarra. Cuando me frustraba demasiado me gustaba estar sola y componer alguna canción, una canción que nunca nadie la escucharía, solo yo y mi guitarra.Cuando tocaba delante de alguien me ponía tan nerviosa que los dedos se me engarrotaban y de ahí solo salía un ruido infernal parecido al chirrido de una puerta oxidada.
Seguí el camino de graba que se adentraba en el interior del bosque, así no me perdería, porque ya estaba oscureciendo y no me apetecía pasar allí la noche, seguro que daría bastante miedo visto desde dentro. Altos pinos me rodeaban llenando el aire de su aroma característico y las pequeñas malezas me hacían cosquillas en los tobillos. Se oía ulular a las lechuzas y el sonido de las ardillas trepando por los árboles de alrededor para coger el alimento.
Sonó una rama que crujía Me di la vuelta pero allí no había nadie, me autoconvencí de que, apesar de que había sonado bastante cerca seguro que habría sido una pequeña ardilla. Sonó otra rama crujiendo, esta vez más cerca y me paré automáticamente quedándome inmóvil, no moví ni un solo músculo, sin respirar.
-Tranquila Daniel, seguro que son las ardillas o las lechuzas o algún psicópata de este centro que ha decidido salir a dar un bonito paseo con un hacha para matar a una chica como tú.
Giré lentamente, aún sin respirar y lo vi. Vi una sombra negra y alta al otro lado del camino. Automáticamente mis músculos despertaron, poniéndose en tensión y eché a correr adentrándome todavía más en la oscuridad del bosque.
-Muy bien Sra. directora.
-Puede llamarme Shophy -apuntó esta con con asentimiento de cabeza y se dirigió a mi- Muy bien.Señorita Daniela, vaya usted también con su padre, le diré a la prefecta que le enseñe que el que será su cuarto.
Asentí con la cabeza y me dirigí al sofá que estaba en frente de la, por ahora, apagada chimenea. La directora salió por la puerta de entrada dejándonos a Jacob, mi padre y a mi solos en la estancia.
-Bueno Harry, yo tengo que ir a terminar de instalarme en mi apartamento. Si necesitas algo, son tres casas a la derecha de la tuya. Nos vemos.
Al irse tubo que pegar un sonoro portazo, al parecer, la puerta no encajaba en condiciones.
-Vale papa ¿y ahora qué? -me tumbé en el sofá,, estaba agotada de todo el viaje-¿ Ahora es cuando viene la repartición de cuartos? por que si es así, me pido el más grande.
-Ahora viene cuando cierras esa preciosa boquita tuya y te metes en tu cuarto, que por cierto es el de la izquierda ¿o prefieres dejar todo en las maletas y así no tienes que volver a guardarlas mañana para mudarte?
-Perfecto.
Me levanté y arrastré las cosas hasta mi cuarto. Abrí la puerta dejando al descubierto una oscura habitación, con olor a algo dulzón. Encendí las luces, las cuales me mostraron una pulcra cama revestida con una colcha de color azul marino, una pequeña cómoda al lado de un tocador y un espejo de cuerpo entero. No había ni una sola estantería donde colocar mis libros, vale, se notaba que sería temporal.
Decidí dejar allí algunas pertenencias como mi guitarra, no creí que me dejaran tenerla dentro de la cárcel, se supone que los presos no pueden tener ningún tipo de diversión. Algún que otro libro, como mi saga de Cazadores de Sombras y Cumbres Borrascosas, si me apetecía leerlos solo tendría que volver allí, si me dejaban claro. Y algo de ropa de cambio, como un par de camisetas y ropa interior.
Salí al salón y la chimenea emitía una fuerte luz naranja que iluminaba toda la estancia y un intenso olor a pasta procedía de la cocina, a mi padre no le gustaba complicarse a la hora de cocinar.
-¿Macarrones para cenar de nuevo?- le pregunté burlona entrando en la cocina- Que novedad papá.
-Es esto o nada, ¿que prefieres?
-Mmm -me froté el estómago con sorna- pasta que rica.
Los dos nos echamos a reír.
-Voy a dar una vuelta por los alrededores, volveré enseguida para cenar y luego vamos a ver a la directora.
Salí de la cocina sin esperar respuesta de mi padre y abrí la puerta de entrada.
-Vale nena, no te demores mucho.
-Sí, papá.
Y me fui.
El bosque estaba a unos metros desde la puerta de la casa y decidí que sería bueno inspeccionar un poco la zona y encontrar un sitio en el que poder relajarme yo sola con mi guitarra. Cuando me frustraba demasiado me gustaba estar sola y componer alguna canción, una canción que nunca nadie la escucharía, solo yo y mi guitarra.Cuando tocaba delante de alguien me ponía tan nerviosa que los dedos se me engarrotaban y de ahí solo salía un ruido infernal parecido al chirrido de una puerta oxidada.
Seguí el camino de graba que se adentraba en el interior del bosque, así no me perdería, porque ya estaba oscureciendo y no me apetecía pasar allí la noche, seguro que daría bastante miedo visto desde dentro. Altos pinos me rodeaban llenando el aire de su aroma característico y las pequeñas malezas me hacían cosquillas en los tobillos. Se oía ulular a las lechuzas y el sonido de las ardillas trepando por los árboles de alrededor para coger el alimento.
Sonó una rama que crujía Me di la vuelta pero allí no había nadie, me autoconvencí de que, apesar de que había sonado bastante cerca seguro que habría sido una pequeña ardilla. Sonó otra rama crujiendo, esta vez más cerca y me paré automáticamente quedándome inmóvil, no moví ni un solo músculo, sin respirar.
-Tranquila Daniel, seguro que son las ardillas o las lechuzas o algún psicópata de este centro que ha decidido salir a dar un bonito paseo con un hacha para matar a una chica como tú.
Giré lentamente, aún sin respirar y lo vi. Vi una sombra negra y alta al otro lado del camino. Automáticamente mis músculos despertaron, poniéndose en tensión y eché a correr adentrándome todavía más en la oscuridad del bosque.
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